Cuando ya había en qué volar y lo que se quería era más bien flotar para amortiguar las caídas del cielo, la fuerza de la gravedad siguió cobrando víctimas.
Una de ellas fue el acuarelista británico Robert Cocking, recordado no por sus obras de arte, sino por morir en el primer accidente de paracaídismo de la historia.
Cocking pasó años desarrollando una forma de volar hasta que llegó la hora de mostrarlo. Fue el 24 de julio de 1834 que despegó a bordo de su creación y se elevó hacia el cielo londinense colgado de su famoso globo.
Al llegar a la zona de aterrizaje en Greenwich, había ascendido unos 1,500 metros, y el Sol ya se estaba poniendo: tenía que soltarse del globo. Era ahora o nunca.
Lo hizo y por un momento todo parecía bien, aunque iba demasiado rápido. Pero de repente, la tela del paracaídas se volteó, empezó a romperse y luego se separó por completo de la cesta. Cocking murió en el impacto. Había olvidado tener en cuenta el peso del paracaídas en sus cálculos.
Unos 80 años más tarde, un sastre francés corrió con la misma suerte.
La caída de Franz Reichelt fue igual de espectacular, solo que en su caso la ilustraron no solo por dibujantes sino también fotógrafos y todo un equipo de filmación.
El sastre quería diseñar un traje para pilotos que se expandiera en un paracaídas en caso de que necesitaran eyectarse del avión.
Sus primeros diseños con alas plegables hechas de seda resultaron prometedores en pruebas con maniquíes lanzados desde su edificio en París.
Pero no eran fácilmente portátiles así que modificó el diseño y, cuando estuvo listo, buscó un lugar de lanzamiento más alto, para que los maniquíes ganarán suficiente velocidad y así su paracaídas se desplegaran correctamente y frenara la caída.
El primer piso de la Torre Eiffel, que estaba a 57 metros del suelo, era ideal. Por eso obtuvo permiso para una prueba, y convocó a la prensa para el 4 de febrero de 1912.
Ese día hizo un anuncio sorpresa: no tiraría un maniquí, se lanzaría él mismo.
A pesar de que la policía le advirtió que no tenía permiso para un salto en vivo, y de que sus amigos intentaron disuadirlo, se subió a la torre y, con el traje parcialmente desplegado, saltó.
El paracaídas nunca se abrió por completo y Reichelt murió frente a una multitud de espectadores.