Ella había crecido en Galesburg, pequeña ciudad de Illinois. Sin embargo había viajado por Chicago y Nueva York. Allí supo ante los cuadros de Picasso, Paul Klee, Giorgio De Chirico y Max Ernst que lo suyo sería indagar más allá de lo visible.
Todo empezó en Nueva York en 1936. Dorothea Tanning, con 26 años, fue a la muestra Fantastic Art, Dada, Surrealism en el Museo de Arte Moderno (MoMA). La exposición le reveló que, su obra, consistiría en abrir una especie de “vértigo perpetuo”.
En 1939 se fue a París para encontrarse con los vanguardistas pero la Segunda Guerra Mundial la llevó de vuelta a Estados Unidos. Trabajó como ilustradora para Macy’s y otras grandes tiendas. No obstante, siguió creando pinturas, innovando esculturas en tela, joyas, escenografías y libros.
En 1942 Ernst visitó su estudio y lo hipnotizó un autorretrato oscuro que siempre deslumbra: ella con los pechos desnudos, una falda amplia en la que en vez de volados cuelga una planta trepadora, una gárgola y una puerta entreabierta.Todo empezó en Nueva York en 1936. Dorothea Tanning, con 26 años, fue a la muestra Fantastic Art, Dada, Surrealism en el Museo de Arte Moderno (MoMA). La exposición le reveló que, su obra, consistiría en abrir una especie de “vértigo perpetuo”.
En 1939 se fue a París para encontrarse con los vanguardistas pero la Segunda Guerra Mundial la llevó de vuelta a Estados Unidos. Trabajó como ilustradora para Macy’s y otras grandes tiendas. No obstante, siguió creando pinturas, innovando esculturas en tela, joyas, escenografías y libros.
Tres años después Dorothea se casó con Ernst en Hollywood, en una ceremonia compartida con Man Ray y Juliet Browner, a la que asistieron Marcel Duchamp y otros artistas de avanzada. Estuvieron juntos hasta 1976, cuando Max murió.
Sus revelaciones en las obras son siempre perturbadoras. Sobre todo, las que pintó y esculpió irrumpiendo en las paredes, además de los “asomados” detrás de las puertas. Destacando la familia y las flores, como se esperaba de las mujeres artistas de la época.
Pero hizo muchas alusiones sexuales. Las mamás en desiertos metafísicos, jóvenes que rasgan empapelados desesperados por descubrir qué hay detrás y que se mueven por la casa atados por lianas como animales enjaulados. Unido a otras escenas que son capaces de justificar el erotismo.
Dorothea también pintó sobre el ajedrez (la reina representada por un zapatito blanco de satén que destruye a un alfil que simboliza a un obispo), la música de Mozart y el tango (cuerpos que se funden y deshacen).
La artista murió en 2012. Su última serie de pinturas, que realizó cuando tenía casi 90 años, son 12 flores carnosas cuyos pétalos se retuercen y que suelen leerse como metáforas de amantes. En resumen, Dorothea fue una artista de otro nivel. Más allá de la utópica imaginación que nos complace cuando confunde.