La imagen utilizada como presentacion de este post corresponde a “Los Libros negros”. Una serie de siete manuscritos privados elaborados por el psiquiatra y psicólogo suizo Carl Gustav Jung entre 1913 y 1932.
Han pasado más de cincuenta años desde su muerte y aún siguen publicándose textos inéditos del pensador suizo. Más allá de la valoración que se haga de su obra, debe comprenderse que no se trata solamente de una propuesta psicológica y psicoterapéutica, sino de un intento de rescatar la realidad del alma.
Por otra parte, esta afirmación es empírica; es decir, surge de la observación y del trabajo con el llamado “inconsciente” que, lejos de limitarse a lo reprimido, da muestras de una creatividad exuberante.
Carl Jung en 1919 introduce el término “arquetipo” –propio de la tradición platónica tardía–, para dar cuenta de los patrones universales de conducta y simbolización que operan en lo inconsciente de modo autónomo, es decir, con independencia de la intervención del yo.
Sin embargo, cuando el yo se compromete con su alma, se produce un proceso de individuación, es decir, un proceso paulatino de integración consciente e inconsciente. Lejos de tratarse de un proceso egoico, tal labor con la propia psique es inseparable de un compromiso con el prójimo, con la sociedad, con la naturaleza y con la trascendencia.
De hecho, el arquetipo fundamental es el arquetipo del “sí-mismo” o de totalidad consciente-inconsciente, que en definitiva es asimilable a la “imagen de Dios”. Algo que irrita a algunas religiones que evalúan otros conceptos.
Nietzsche admitía que vivimos y padecemos una suerte de “muerte de Dios”, una muerte del sentido, una desorientación a la que no podemos responder con meras propuestas doctrinarias. Pero esta desertización implica enfrentarse a espantables oscuridades que inciden en cada individuo pero que trascienden la esfera individual. Como leemos en el Fausto de Goethe, “Atrévete a trasponer las puertas ante las cuales todos de buen grado, deslizándose, pasan de largo.”
Hacia octubre de 1913, Jung tuvo en tres oportunidades inquietantes visiones de gran parte de Europa devastada por un diluvio de muerte y sangre. Jung temió que se tratara del malestar previo a un brote esquizofrénico, pues en aquel entonces era difícil prever ya que en julio de 1914 estallaría la Primera Guerra. Más allá del supuesto carácter premonitorio de sus visiones, luego comprendió que la cultura y la historia se gestan, y se cuidan o descuidan, en la profundidad de cada uno de los seres humanos, aunque ello no siempre se advierta.
A partir de noviembre se sucedieron una serie de visiones que Jung fue anotando cuidadosamente, en orden cronológico, en unas libretas negras titulada Los libros negros. Consta de siete volúmenes, que incluyen facsímiles de los textos originales y las correspondientes traducciones. Allí se constata cómo el “yo” de Jung recupera su vínculo explícito con su propia alma y con personajes simbólicos que le hacen comprender la riqueza de la “realidad psíquica” y el carácter orientador de tales experimentos. Para quienes nos gusta estudiar los secretos del alma esta obra resulta fascinante.
Jung advierte que este proceso es replicable en muchos de sus pacientes y análogo, tanto en sus formas como en sus procedimientos. Por otra parte, la mitología y la historia de las religiones muestran paralelismos no solamente respecto de las formas simbólicas, sino también en relación con las prácticas de las distintas corrientes yóguicas orientales o la ascesis gnóstica.
Por ello, Los libros negros arrojan luz y dan cuenta de la prosecución de estas experiencias visionarias. Se trata de un modo tan arcaico como renovador de vernos y vivenciarnos. Y como decia Jung "Hasta que no hagas consciente a tu inconsciente, este va a dirigir tu vida y lo llamarás destino. "
Han pasado más de cincuenta años desde su muerte y aún siguen publicándose textos inéditos del pensador suizo. Más allá de la valoración que se haga de su obra, debe comprenderse que no se trata solamente de una propuesta psicológica y psicoterapéutica, sino de un intento de rescatar la realidad del alma.
Por otra parte, esta afirmación es empírica; es decir, surge de la observación y del trabajo con el llamado “inconsciente” que, lejos de limitarse a lo reprimido, da muestras de una creatividad exuberante.
Carl Jung en 1919 introduce el término “arquetipo” –propio de la tradición platónica tardía–, para dar cuenta de los patrones universales de conducta y simbolización que operan en lo inconsciente de modo autónomo, es decir, con independencia de la intervención del yo.
Sin embargo, cuando el yo se compromete con su alma, se produce un proceso de individuación, es decir, un proceso paulatino de integración consciente e inconsciente. Lejos de tratarse de un proceso egoico, tal labor con la propia psique es inseparable de un compromiso con el prójimo, con la sociedad, con la naturaleza y con la trascendencia.
De hecho, el arquetipo fundamental es el arquetipo del “sí-mismo” o de totalidad consciente-inconsciente, que en definitiva es asimilable a la “imagen de Dios”. Algo que irrita a algunas religiones que evalúan otros conceptos.
Nietzsche admitía que vivimos y padecemos una suerte de “muerte de Dios”, una muerte del sentido, una desorientación a la que no podemos responder con meras propuestas doctrinarias. Pero esta desertización implica enfrentarse a espantables oscuridades que inciden en cada individuo pero que trascienden la esfera individual. Como leemos en el Fausto de Goethe, “Atrévete a trasponer las puertas ante las cuales todos de buen grado, deslizándose, pasan de largo.”
Hacia octubre de 1913, Jung tuvo en tres oportunidades inquietantes visiones de gran parte de Europa devastada por un diluvio de muerte y sangre. Jung temió que se tratara del malestar previo a un brote esquizofrénico, pues en aquel entonces era difícil prever ya que en julio de 1914 estallaría la Primera Guerra. Más allá del supuesto carácter premonitorio de sus visiones, luego comprendió que la cultura y la historia se gestan, y se cuidan o descuidan, en la profundidad de cada uno de los seres humanos, aunque ello no siempre se advierta.
Jung advierte que este proceso es replicable en muchos de sus pacientes y análogo, tanto en sus formas como en sus procedimientos. Por otra parte, la mitología y la historia de las religiones muestran paralelismos no solamente respecto de las formas simbólicas, sino también en relación con las prácticas de las distintas corrientes yóguicas orientales o la ascesis gnóstica.
Por ello, Los libros negros arrojan luz y dan cuenta de la prosecución de estas experiencias visionarias. Se trata de un modo tan arcaico como renovador de vernos y vivenciarnos. Y como decia Jung "Hasta que no hagas consciente a tu inconsciente, este va a dirigir tu vida y lo llamarás destino. "